HISTORIAS DE DESAMOR

Las historias de desamor también existen y son las que más abundan en la vida. Una relación de pareja, no siempre termina como en las películas con un final feliz.

Te contaré la siguiente historia:

El Joyero

El metal fino y los diamantes fueron para mí, cosas rutinarias que yo lo veía todos los días, nunca cambiaba de color ni se oxidaba. Antes de comprometerme contigo, quise hacerte con mis manos un anillo de compromiso. No usé el soplete para darle la forma de anillo, ni grabarle con buriles y hacerle daño al precioso metal. Usé un pequeño martillo y forjé la forma de media caña y hacer grifas para engarzar 2 diamantes azules como tus ojos. No usé fuego, ni sierras de joyeros, para que no lastimaran al metal que iban a lucir tus delicadas manos, lo pulí con pasta francesa y ruedas de buff que le sacan lustre al instante, me demoré mucho tiempo, para que no tuviera que darle ningún baño galvánico, ni el ácido nítrico, ni el cianuro ataque tu pureza, con mi vista pude calcular el grosor de tus delicados dedos y acerté el tamaño.

En esos tiempos del año 1968, el oro fino de 24 kilates costaba $35.00 la onza, 31.105 gramos. El oro blanco es una aleación de oro fino con paladio, el oro amarillo es la composición o liga de plata 999.9 y el oro rojo es la mezcla con cobre electrolítico.

Una vez acabado busqué un estuche de terciopelo negro para que luzca mejor el anillo de compromiso. Yo saltaba de ilusión, le hablé a mis padres y él se había dado cuenta de mi amor por ti, de mis noches que diseñaba la sortija, y con oro sin mezclas que yo mismo hice para ti. Mi viejo sabiamente me decía que estaba exagerando la pureza del oro de 24 kilates y los diamantes azul transparentes, escasísimos en nuestro medio joyero, la clave es, cómo lo das ¡y no cuánto vale lo que das! Le pedí que me acompañara a pedirle la mano, a sus padres, por mi cariño cristalino y profundo, y él me dijo te acompaño, ¡pero no…exageres en tono serio y preocupado!

Lo hicimos, yo estaba muy nervioso, y el viejo me aconsejó que me calmara y así lo hice, me puse lo mejor de mi ropero, me acicalé o como en joyería se dice me ¡bruñí! Y me guardé el anillo con estuche en el bolsillo de mi saco, fuimos a la casa de Erlinda mi enamorada, el padre de ella don Rómulo nos hizo pasar y antes de la petición, brindamos por nuestra futura felicidad, con champagne francés y don Rómulo fue muy escueto, fluido y preciso y se acordó de un proverbio y nos dijo José Antonio.

El amor, el matrimonio constituye la historia en la vida de una mujer, sólo es un episodio más en la vida de un hombre, compréndanse y cásense pronto.

Erlinda me tomó de la mano y la apretó fuerte y yo en prueba de mi cariño le entregué el anillo de compromiso de 24 kilates con los dos diamantes azules. Nos juramos amor eterno y ya de regreso a casa, mi viejo, me comentó que todo había salido muy bien. Después con el tiempo todo iba mejor que nunca, íbamos a fiestas del barrio, al Estadio, para ver a nuestro equipo favorito el Alianza Lima, que en su gran mayoría eran negros, quimbosos para jugar el fútbol y siempre ganaban, aunque algunas noches terminaban más oscuras que en su propio barrio “Matute”, le gustaba la música replanera, y se mandaba sus tragos, Ron con Coca Cola y Limón, y yo solamente mi Cervantes.

Después de un tiempo, cuando ya hacíamos números para comprar un terreno y construir nuestra casita, vino unas desavenencias propias del tiempo y pensé que era algo pasajero y surgieron otros problemas y me rechazó cualquier acercamiento. Intentaste doblar mi cariño como si fuera una varilla de estaño, pero encontraste en mí una barra de acero químicamente puro y sin dobleces.

Ante la evidencia que Erlinda no quería saber nada de mí, me costó mucho tiempo poder reponerme, a este desencanto amoroso, apenas contaba con 20 años de edad, con mi oficio de joyero, tenía muchos planes de poder expandirme en producción, con mejoras económicas, con técnicas de casting y moldes de siliconas.

La desilusión te pone de mal humor, y quise olvidar tomando licor con mis amigos del barrio, y aburrido, me convertí en chafalonero, como refugio y desdicha y comencé hacer cadenas con eslabones de cobre, simples baratijas que nadie compraba y me fui gastando mis ahorros, mi pobre viejo sufría más que yo, al verme hecho un guiñapo de ser humano, completamente degradado, envilecido y abatido físicamente. Me regresó a la casa y mi vieja se convirtió en mi ángel de la guarda, me comenzó a engreír como si fuera un párvulo, recién salido del cascarón y mi viejo, que con él fui a pedirle la mano de ¡la interpósita persona! Y sin mi consentimiento fue hablar con ella.

El joyero, es el artesano que trabaja con metales finos, con piedras preciosas y semi preciosas, que convierten los diseños en preciosas joyas duraderas quizás, no tanto como el amor y que muchas veces sirven como amuleto, como recuerdo de las personas amadas y de nuestros seres queridos.

Otros lo reciben como premio a destacadas performances en todos los campos de competencia, también dicen que el oro es el que ablanda los corazones, en mi caso no funcionó ni ablandó nada.

Dejando los metales finos de lado, por todas las circunstancias y agravios recibidos, me puse como un fierro candente, capaz de borrar toda huella de desamor de Erlinda. El don de las lágrimas, le pertenecen sólo en forma exclusiva a las damas, y yo estoy muy lejos de eso. Mi pobre viejo, sufría tanto como yo y quiso arreglar a su manera el distanciamiento que tenía con Erlinda.

Mi amor por ella era abierto y transparente que lindaba con la obsesión y tenía por mí desquiciamiento.

Y mi padre le explicó cómo yo, su hijo, había quedado al borde de la locura, con ese rompimiento, ¿le preguntó si…podía volver conmigo? Erlinda, fríamente le respondió ¡Don Luis Enrique, su hijo es buen muchacho…pero está lleno de defectos!

No puedo volver con él y además me voy al extranjero a radicarme fuera del Perú.

Entonces, Erlinda devuélvele el anillo de compromiso, a mi hijo José Antonio, ¡y le contestó! La sortija de oro puro, con brillantes, dígale que no se ¡lo devuelvo! Y mi viejo le increpó ¿Por qué? ¡Porque el anillo no tiene ningún defecto!